Historia monetaria de la Galicia medieval

  1. Núñez Meneses, Pablo
Supervised by:
  1. Carlos Baliñas Pérez Director

Defence university: Universidade de Santiago de Compostela

Fecha de defensa: 08 September 2017

Committee:
  1. María Luz Ríos Rodríguez Chair
  2. Fermín Pérez Losada Secretary
  3. Carolina Doménech Belda Committee member
Department:
  1. Department of History

Type: Thesis

Abstract

Desde la numismática se puede contemplar la Historia desde otra perspectiva, robusteciendo paradigmas, aunque en ocasiones cuestionándolos, ya que la moneda es documento político, social y cultural, instrumento económico, comercial y financiero, participando siempre de las grandes corrientes artísticas (románico, gótico, por ejemplo) o reflejando la mentalidad social de su época (creencias, religiosidad, superstición). Así, verbi gratia, la meaja de la Traslatio es un minúsculo bajo-relieve románico que sin embargo es capaz de plasmar todo el complejo pasaje del traslado del Apóstol a Compostela (con su barco, con sus discípulos, etc), pero además reflejo político de la Era Compostelana (existen incluso monedas compostelanas que ni siquiera citan al monarca), representando al poder feudal peninsular más grande de todos los tiempos (el único que tuvo una concesión de moneda durante varios reinados) en un momento donde esta ciudad alcanza un nuevo protagonismo especial (tras Gelmírez, de nuevo durante el gobierno de Fernando II y por tanto tras la separación de los reinos de Castilla y León). Era la moneda de Santiago o canonice moneta. Pero además su liviano peso y menor diámetro (es una meaja, divisor del dinero) demuestra que sirvió para fraccionar la moneda (uso comercial y fiscal), en un momento donde se comienza a labrar moneda de oro con tipos propios y leyendas en latín. Es esta diversidad de moneda (y en especial estas monedas de bajo valor, y no las áureas), la que nos indica la existencia de salubridad monetaria, y estas pequeñas monedas de vellón son las que mejor penetran en la vida de todos los ciudadanos, signo y símbolo de monetarización avanzada. Lo común de estos vellones (dineros y meajas) en los enterramientos les ha dado un significado religioso, como talismán, recuerdo o incluso señalando a un avaro (en estas calendas ya no está relacionado con el pago a Caronte). Incluso tesorillos de monedas se entierran al amparo del espacio sagrado del cementerio. La moneda es inseparable de su contexto histórico y reflejo en primera persona del mismo: hallazgos de moneda sueva prueban la existencia del Portucale al que huyó Requiario; los topónimos de los trientes visigodos autentican, per se, la originalidad del Parochiale Suevorum; las meajas salamanquesas son testimonio de la rebeldía del infante Sancho (futuro Sancho IV). La moneda, como documento político ideado por la autoridad, tiene un carácter propagandístico que debe ser leído con cautela: cruz como motivo principal en las primeras monedas plenomedievales que contrasta con las primeras monedas “laicas“ bajomedievales (el maravedí y el dinero de seis lineas de Alfonso X), reflejando distintas concepciones en el poder terrenal (primero la divinidad y luego el monarca, y viceversa); retorno a la moneda de busto en el vellón de Sancho IV (para legitimar su figura); continuismo monetario tras la entronización de Enrique II (no era época de modificaciones, tras la guerra de bandos enfrentados); figura mayestática del monarca Enrique IV, en un momento en el que la autoridad real está bajo mínimos, etc. Las grandes obras generales europeas, eran eso, demasiado generales: Sppuford, Grierson, Cipolla, etc, y los catálogos españoles conocidos, eso mismo, catálogos sin explicación alguna, aunque ciertas obras fueron clave para nuestra investigación: la de Cabral y Metalf, revisada poco después por Gomes Marques, para la moneda sueva, la obra de Pliego Vázquez para la moneda visigoda, o la obra de Roma o Mozo para la moneda pleno y bajomedieval. Aún así podían hacerse aportaciones, y sobre todo muchas puntualizaciones. Así, en todos los casos, no existían resultados metalográficos sino para con pocas piezas gallegas. Además las obras de historia monetaria sueva no aportaban documentación de época, que aunque escasa y parca en datos, era necesaria para su contextualización. Además los hallazgos no estaban actualizados, los especialistas no se ponían de acuerdo en si insertar las Latina Mvnita como series suevas, ya que aunque a nivel tipológico lo son, intuimos que fueron autoridades locales las emisoras. Algo que no se había hecho fue la comparación cronológica y geográfica de estas emisiones con las de otras regiones o con las posteriores; en este sentido encontramos múltiples antecedentes en el mundo suevo (no sólo a nivel monetario) con respecto al mundo visigodo (moneda de prestigio que sirve a la economía del don; monetarización a la baja; fracaso recaudatorio, etc). También nos pareció interesente reclasificar ciertas series (como las de diadema hacia arriba o hacia abajo en las Latina Mvnita), y recopilar todas las imágenes posibles de las ultra-rarezas (caso de las silicuas). Ninguna moneda explícitamente se acuñó en Galicia, aunque ello no obsta, en series imitativas, como para que pudiera haber ocurrido. El antecedente lo tendríamos en el mundo romano. En cuanto a la moneda visigoda Pliego hizo un trabajo extraordinario, aunque aportamos nuevos ejemplares desconocidos en los tiempos de publicación de su obra. También nos centramos en Galicia (y no Gallaecia) y recalcamos (como ella hizo) lo inútil de la moneda áurea para la monetarización de la sociedad. Defendimos desde el inicio que los bronces y platas visigodos se emitieron por autoridades locales (como las Latina Mvnita), compartiendo tipologías, pero no siendo moneda común al reino visigodo. Justificamos lo dicho tras revisar miles de monedas en Museos e instituciones similares de Galicia, no hallando nada parecido en nuestra geografía, sino muchos pequeños bronces bajoimperiales. Comprobamos (también con estudios metalográficos) que Galicia va a parte en lo que es la tendencia de depauperización de la moneda visigoda, manteniendo pesos y leyes fieles hasta el final del periodo. En los llamados siglos sin moneda (del siglo VIII al XI) comprobamos que sí había moneda, aunque foránea, y ante los hallazgos muy escasa. Publicamos el único ejemplar conocido para todo el Noroeste de una moneda del siglo VIII y otra del IX. Incidimos en que monedas anteriores dejaron de circular hace siglos, insinuando las menciones documentales a moneda casi en todos los casos el pago real en especie. No ha subido la vida tras el cambio monetario, y citamos cientos de referencias documentales al respecto, que además comprueban la existencia de una economía mucho más natural, proceso intenso ya en el mundo germano. En la Plena Edad Media el primer trabajo de Roma fue el summum, aunque apenas citaba documentación, deficiencia compensada en su segundo trabajo al respecto. Por suerte nuestro texto no se vió apocado, ya que nosotros habíamos trabajado especialmente sobre documentación menor (compra-ventas, donaciones, multas), y hemos añadido a este respecto varios centenares de referencias documentales. También añadimos las nuevas investigaciones de Mozo, que cambiaron varias seriaciones, matizando nosotros que no hay datos suficientes como para atribuir a Lugo diversas series con marca L, al menos hasta las series de leoneses de Alfonso IX. Desmentimos mitos que erróneamente se continuaban dando por ciertos, como la acuñación de moneda durante la prelacía del obispo Diego Peláez, error desde López Ferreiro, e hicimos un estudio de rarezas y sus paraderos. La Baja Edad Media estaba muy trabajada documentalmente, pero faltaba aplicarla a la seriación de las diversas acuñaciones. En cuanto al vellón Roma y Braña atribuyeron dineros de Enrique II a Enrique III, a quien realmente pertenecen. Hicimos asimismo un estudio de rarezas, análisis metalográfico e inclusión de cada serie en su contexto histórico. Todas estas puntualizaciones, aunque necesarias, son tan sólo puntualizaciones. Se podría decir que este trabajo era necesario, sintetizando lo dicho en muchas obras y aplicándolo al caso concreto de Galicia, rigurosamente y sin falsos mitos. Pero quisimos hacer algo más, conseguir plasmar una visión global diacrónica que nos permitiese observar cómo ha sido el proceso de instauración del gobierno de la moneda, si hubo continuidad o ruptura con respecto a la moneda romana, ver qué implicaciones económicas, políticas y sociales tuvo la moneda, con las respectivas comparaciones geográficas y cronológicas. De esta forma ver qué función realiza la moneda (no siempre tuvo función comercial y fiscal), a qué estratos de la sociedad llega, cuándo se monetariza el mundo rural, su presencia documental en el foro, etc. A parte de los estudios metalográficos realizados, antes casi inexistentes para con monedas gallegas, salvo contadísimas excepciones, hemos querido investigar de primera mano la monetaria preservada en los museos de Galicia, prestando especial atención a la moneda hallada. Hemos tenido la suerte de dar a conocer casi 200 monedas halladas por toda la geografía gallega, siendo testimonios de la circulación monetaria, presencia de moneda foránea, posibles desmonetizaciones, situaciones de ocupación militar, etc. Era algo necesario que todavía nadie había hecho, además de sintetizar prácticamente todos los hallazgos de Galicia (casi 600 monedas), sustituyendo en nuestro caso el archivo por el museo, y el diploma por la moneda, al fin y al cabo nuestro objeto de estudio. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que no hubiésemos trabajado con documentación de época. Todo lo contrario, han sido decenas de libros los consultados, cientos de documentos los reseñados, sirviéndonos de las magníficas transcripciones de los últimos años, citadas en nuestra Bibliografía. Como colofón, hemos querido confeccionar un catálogo numismático útil, con todos los tipos y principales variantes, y no inútil. La diferencia radica en que si recogiese, por ejemplo, todas las variantes de cuño, sería demasiado exhaustivo (ciertamente inútil) para el historiador o arqueólogo. Es a todo color, con imágenes de alta calidad y ampliaciones (algo desgraciadamente desconocido hasta hoy en publicaciones sobre moneda medieval); en cuántas ocasiones nos hemos dejado la vista en catálogos con fotografías hasta desenfocadas. Por un lado es un catálogo comentado, en los aspectos clave, para que no sea necesario navegar por las 800 páginas de nuestra Tesis doctoral buscando algo que en esencia se matiza en dos líneas. Por otro lado se plasma un estudio de las rarezas conocidas, sus imágenes y paraderos.