Actividades escultóricas en la zona suroccidental de Asturias durante los siglos XVII y XVIIIlos talleres de Cangas y de Corias
- Fernández Fernández, Pelayo
- Javier González Santos Director
Defence university: Universidad de Oviedo
Fecha de defensa: 09 June 2014
- Germán Antonio Ramallo Asensio Chair
- Yayoi Kawamura Secretary
- Juan Manuel Monterroso Montero Committee member
Type: Thesis
Abstract
Se aborda el estudio histórico-artístico de las manifestaciones escultóricas y retablísticas en la zona suroccidental de Asturias en la época barroca, entre 1600 y 1750, aproximadamente. Durante ese lapso de tiempo, en el marco de una coyuntura económica y social favorable y expansiva, la comarca mantuvo una manifiesta autonomía artística frente a la hegemonía de la plástica y retablística ovetenses, sede de la diócesis y capital de Principado de Asturias. La villa de Cangas y la vecina población de Corias, al amparo de su monasterio, fueron los lugares donde se asentaron los escultores y tallistas cuyas vidas y obras son objeto de estudios monográficos y catalogación razonada. Entre otros individuos, reconstruimos la actividad de maestros cuya biografía profesional estaba pendiente de concretar, caso del escultor Juan Ducete Díez (1545-1613), representante del llamado «Taller de Toro» (Zamora), cuya actividad profesional en el monasterio de Corias está documentada en la segunda década del siglo XVII; o la del escultor gallego Juan de Castro (doc. en 1626-1633), oriundo de Mondoñedo (Lugo) que, con su asentamiento en el extremo más occidental de Asturias (Grandas de Salime e Ibias) inició lo que el profesor Ramallo Asensio llamó el «Primer Taller de Cangas del Narcea»; y sobre todo, la de su alumno y yerno, Pedro Sánchez de Agrela (h. 1610-1661) que, tras establecerse en la villa de Cangas de Tineo (hoy, del Narcea) hacia 1643, centralizó en único y muy cualificado taller toda la actividad retablística e imaginera de esa extensa comarca, convirtiéndose en uno de los escultores y retablistas más competente de Asturias, tras su colega Luis Fernández de la Vega (h. 1601-1675), establecido en Oviedo, con quien eventualmente llegó a colaborar. También se ha completado la biografía de Manuel de Ron y Llano (h. 1645-1631), continuador a partir del último cuarto del siglo XVII del taller de Sánchez de Agrela, y que integró lo que Ramallo denominó «Segundo Taller de Cangas» o «Taller de Corias». Entremedias, se hicieron el monumental retablo mayor y los dos colaterales del monasterio de Corias (1677-1679), documentados por vez primera y estudiados con todo detalle en esta tesis. En ellos intervinieron Francisco González y Pedro del Valle, ensamblador y escultor, respectivamente, vecinos de Villafranca del Bierzo (León). Este retablo constituye una de las primicias en el empleo del orden salomónico gigante y una de las mejores y más cualificadas muestras del barroco pleno en los antiguos reinos de León y Castilla. Los retablos del monasterio de Corias y las cuadrillas de oficiales que en ellos intervinieron fueron la génesis de un núcleo de actividad en el pueblo de Corias a finales del siglo XVII y que perduró a lo largo de casi tres generaciones, hasta mediados del XVIII. A este foco hemos llamado «Taller de Corias». La actividad sucesiva del Taller de Cangas, primero, y del de Corias, luego, con el estudio de sus integrantes y características formales y estilísticas de sus producciones, constituye el grueso y la médula de la tesis. Junto a estos talleres locales (de Cangas y de Corias) hemos tratado también la influencia de otros focos creativos vecinos (de Asturias ¿Oviedo¿, Galicia y León), cuyas obras e intervenciones directas también se documentan en esta comarca: tales como Luis Fernández de la Vega o Antonio Borja, máximos representantes de la imaginería y retablística barroca del núcleo ovetense entre 1640 y 1730. Se trata de una investigación inédita y pionera porque, aunque existían trabajos aproximativos (como los de los profesores Germán Ramallo y Javier González Santos, director de esta tesis), eran parciales: no había ningún estudio sistemático ni se había registrado la documentación existente (protocolos notariales, documentación parroquial, archivos familiares y el Archivo Histórico Nacional) hasta ahora, lo cual nos ha permitido reconstruir un panorama artístico solo sospechado, pero nunca estudiado con la profundidad y rigor necesario como ahora se ha hecho. Paralelamente a esta reconstrucción documental, se ha elaborado un catálogo razonado para cada maestro o artista de las muestras conservadas y de las documentadas desaparecidas, en el que no solo tienen cabida los grandes conjuntos escultóricos (imágenes y retablos), sino también la carpintería monumental, el mobiliario, la labra de escudos, etc., lo que permite completar el fenómeno artístico y profesional de manera global e íntegra. Además, en esos estudios monográficos parciales se aborda la evolución estilística. Así, en paralelo con otras zonas de España y en ese mismo periodo, hemos podido ilustrar el clasicismo y manierismo de finales del siglo XVI (Juan Ducete Díez y Juan de Castro); el giro hacia el estilo naturalismo de filiación vallisoletana, aportado a Asturias por Luis Fernández de la Vega y del que Sánchez de Agrela fue su difusor por toda esta comarca; el cambio hacia el barroco decorativo a comienzos del último cuarto del siglo XVII, con los retablos del monasterio de Corias y la inmediata aparición del Taller de Corias, con sus dos principales representantes, Manuel de Ron y Antonio López de la Moneda; la continuidad generacional de ese Taller y, en fin, su extinción a mediados del siglo XVIII, debido a la saturación o culminación del proceso de alhajamiento de los templos parroquiales y al cambio de rango en la formación y la implantación de un nuevo marco profesional promovidas por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (a partir de 1752). Fue esto último lo que acabó con el sistema gremial en que desde la Edad Media se basaba la organización de talleres artístico-profesionales y lo que además impuso un lenguaje clásico y académico en el que los escultores ovetenses (muchos de ellos formados o aprobados por la Academia de San Fernando), lograron imponer su actividad, ahora sí, en toda la provincia y diócesis de Oviedo.